lunes, 11 de agosto de 2014

Padres tóxicos

Dejo estos dos enlaces que me parecen buenísimos y que pueden ser de mucha ayuda:

http://www.wradio.com.mx/noticias/sociedad/test-descubre-si-la-relacion-con-tu-madre-es-toxica/20140509/nota/2216881.aspx

Copio esta parte que me ha ayudado muchísimo:

"Recuerda
• Un hijo es un hijo, no la propiedad o el esclavo de ninguna madre.
• Una madre es una mujer que te dio a luz y nada más; no es la fuente inherente de toda la felicidad, un ser infalible o alguien con poderes sobrenaturales.
• No naciste para darle gusto tu madre, especialmente si a tu madre nadie puede darle gusto.
• Como adulto, tú siempre podrás comunicarle a tu madre tus decisiones, pero no siempre podrás hacer que esté de acuerdo contigo o que no se enoje y eso no te convierte en un mal hijo.
• Una madre responsable debe proveerse en su años productivos de los medios necesarios para sobrevivir en su vejez y no esperar que los hijos se hagan cargo de ella.
• La relación con tu madre necesita límites, especialmente si ya eres un adulto."

Otro que estoy escuchando justo ahora:

http://www.wradio.com.mx/noticias/sociedad/que-son-los-padres-toxicos/20130610/nota/1913314.aspx

sábado, 9 de agosto de 2014

La espera

No puedo respirar. La angustia me bloquea el pecho. Me sube por la garganta y se convierte en un nudo del que no consigo deshacerme a la altura de las amígdalas. La voz me sale temblorosa, como si fuera a romper a llorar en cualquier momento. No soy capaz de dominarla. Siento un hormigueo incontrolable que me recorre las pantorrillas y me sube por los muslos. El mismo que siento en mis hombros y avanza por mis brazos. Es el cosquilleo de la debilidad.

Es irracional. No consigo entender la lógica de lo que me está pasando.

Es miedo. Es el dolor condensado en un agujero negro antes de estallar. La densidad de tormento es infinita.

¿A qué? A sus palabras. A sus dardos envenenados. Se ha retirado, no me contesta. Está preparando un contraataque contundente. Las posibilidades son tantas ...... en mi mente se perfila lo peor. Una batalla de dimensiones cósmicas para la que no sé si estoy preparada.

Lo primero que espero recibir es un mensaje de cuánto daño le han hecho mis palabras. Que cómo puedo ser tan cruel y desagradecida. Que no merezco nada. Como solía decirme, hacer algo por mí es cómo tirarles margaritas a los cerdos. Porque yo, según ella, soy una cerda. Y una desgraciada.

Cerda. Me duele mucho esa palabra ¿por qué? Por lo de siempre. Porque espero algo que jamás va a existir. Ella jamás será la madre dulce y cariñosa que yo necesito. Jamás tratará de entenderme, jamás me querrá mas que de la manera retorcida y enfermiza en la que sabe querer. Jamás será la madre de las palabras dulces. Es necesario que, a mis casi cuarenta años, me mentalice de que ella es la madre de las palabras hirientes, de las palabras de hiel. La madre de las exigencias y los reproches. La madre de las comparaciones y las confrontaciones.

Dónde ella está o deja sentir su presencia no hay paz, no hay armonía, no hay calor. Hay dolor, descontento, frío, un frío intenso y oscuridad, mucha oscuridad.

Para mí es el monstruo de los cuentos, la bruja malvada de las películas, el ogro de las historias. Es Goliat. Falta por ver si yo puedo ser David, o si por el contrario ella ganará y me aplastará.

De momento, escribirlo ha hecho que la debilidad que se extendía por mis brazos se haya atenuado hasta casi desaparecer.

Necesito ayuda, no puedo librar sola esta batalla. Hasta David tenía su honda.

jueves, 7 de agosto de 2014

En el fragor de la batalla

Estoy en plena batalla. Y esto no hace más que comenzar.

Por supuesto que la fiera ha respondido atacando. Es increíble cómo cambia cuando se siente débil a cuando se vuelve a sentir fuerte de nuevo. Lanza dentelladas mortíferas, llenas de veneno. Todo sea para someter a su víctima, a ser posible aniquilarla moralmente y doblegarla a su voluntad. Aunque su víctima sea su propia hija. Deleznable.

Por momentos me siento fuerte, pero por momentos débil también. Esta es una batalla que lleva varios meses gestándose y que antes o después tenía que estallar. Supongo que no soy buena para evitar el conflicto, o quizás en esta particular ocasión el conflicto no pueda ser evitado. Dicen que dos no pelean si uno no quiere. Trato de no pelear, pero establecer límites es muy, muy difícil. La fiera ataca y yo trato de no contraatacar, sino de explicar, razonar y no dar marcha atrás. Pero la fiera se pone rabiosa, considera que sin son ofensivas. Pero los que ella emprende no, por supuesto. Ella tiene licencia para decir lo que sea y jamás estará en lo erróneo ni sus palabras serán hirientes.

Difícil no odiarla, pero lo estoy intentando. No puedo pedirle que sea quien no puede ser. Jamás lo logrará. No puedo odiarla por ser el ser tan deleznable y venenoso que es, porque ella no sabe ser otro ser (a menudo me lo he preguntado y sinceramente creo que al menos entiende un poco que su comportamiento es asqueroso, pero en fin, demos por sentado que la bruja sólo saber ser bruja y nada más).

Tengo derecho a ser feliz, a eliminar el veneno pútrido que hay ido inyectando durante años en mi alma y a encontrar un poco de serenidad y paz. Estoy luchando por ese derecho. Que ella implique que luchar por ese derecho es ser una malísima hija - y más en comparación con todas las demás - no me quita mi derecho a tratar de ser feliz. No la estoy atacando. Me estoy defendiendo. Y estoy luchando en varios frentes: tratando de que el veneno pútrido se lleve con él el odio que siento por ella por todo el daño que me ha hecho. No puedo intentar quererla, lo siento. El amor no se construye, sino que nace. Pero al menos puedo tratar de no odiarla.

Esperemos que esta batalla de sus frutos. Si es así, llevará a una relación un poco más tranquila para las dos y para las dos será beneficiosa. Si no, no será más que de mis muchos fracasos dolorosos en este frente y nos llevará a otra etapa oscura en la relación. No sé si estoy preparada para ser indiferente. La verdad es que siento un poco de miedo por cómo todo esto me vaya a afectar...


Manipulación y egoísmo

Manipulación y egoísmo la definen. Esta es mi batalla, es mi guerra. ¿Cómo enfrentarla sin hacerme daño? Además, quiero vencer. Tengo derecho a ser feliz, a pesar de ella.

Este es un ejercicio práctico:

Ayer me encontraba levemente mal por algún problema de tipo intestinal. Era el santo de mi padre. Al hablar con él por el messenger, me dijo que ella no estaba en casa y aproveché para llamar. Me gusta hablar con él, pero no soporto hablar con ella. Le comenté sin importancia que no había ido a trabajar pero que no era nada.

Por la noche ella me preguntó por messenger que cómo me encontraba. No respondí. No me encontraba lo suficientemente bien como para querer tener ningún tipo de comunicación con ella.

Su primer mensaje de la mañana por el messenger: "hola Daphne como estás dime como estás , porque pasas de mi ampliamente, ayer te pregunté como estabas y noo me contestas."

Al leerlo me revuelve el odio y el asco. Comienzo a transpirar desprecio y rabia por la piel. Al pensar en ella no me salen más que insultos. Voy a tratar de racionalizar por qué y voy a tratar de encontrar una respuesta adecuada a su agresión que establezca límites pero que no me haga daño a mí (si la agredo, me hago daño; lección aprendida a lo largo de los años).

¿Por qué sus palabras provocan en mí esa reacción? Porque destilan egoísmo en lugar de amor - para ella es más importante la atención que le presto o no, el lugar predominante que a toda costa quiere ocupar en mi vida, que el hecho verdadero de cómo estoy. Si me encuentro mal lo lógico es que me vaya a dormir pronto, que esté descansando en la cama, no pendiente del messenger para hacer una retransmisión en tiempo real. Ese comentario es manipulador y egoísta. Según el mismo, lo que yo debo de hacer (según ella) es darle prioridad a su necesidad de saber cómo estoy por encima de mi necesidad de descansar para recuperarme.

¿Por qué me revuelve las tripas? Pues porque después de tantos años, de tanto tiempo de conocerla (para mi desgracia) todavía me duele no tener la madre amorosa, dulce y cariñosa que desearía. Por eso me duele. Porque me duele su egoísmo, me duelen su egocentrismo, su voracidad y su codicia. Y me hace odiarla.

De sus palabras deduzco que físicamente se encuentra más o menos bien, porque cuando no es así se vuelve un corderito manso, para que te acerques a ella. Sin reproches, sin demandas..... En cuento recupera el aliento lo único que desprende es odio y repulsión.

Ahora ¿cómo respondo a esto?

La primera respuesta que se me viene a la cabeza es una retahíla de insultos dicha con agresividad - error: esto desencadenará una batalla o tal vez una guerra de la que saldré dañada y nadie quedará victorioso. Ahora bien, he decidido dejar salir toda esa bilis por la boca, en voz alta, en la cocina mientras fregaba los platos del desayuno. Alivia un poco, pero no tanto.

Lo primero, no voy a responder hasta la tarde. Puede soltar su veneno, pero eso no va a hacer que yo me amolde a él. Si ella quiere una respuesta inmediata y en tiempo real, no la va a tener. Punto. Ese es mi primer límite.

Cuando responda ¿cómo lo voy a hacer?

La realidad es que no sé cual es mejor de las varias opciones que tengo:


  • ignorar el comentario y hablar con ella como si no lo hubiera hecho "sí mamá, estoy mejor gracias ¿cómo estás tú?"


  • copiar su comentario y contestar algo así como "ayer me dormí toda la tarde después de hablar con papá, pero hoy ya estoy mejor; ¿qué tal estás tú?" para que entienda que mi necesidad está por encima de la suya. Pero es que al hacer esto me siento que le estoy dando unas explicaciones que no se merece y que además no tengo por qué darle. Y que al recibirlas, "se va a acostumbrar" o va a dar por sentado que su comentario merece explicaciones.


  • copiar su comentario y contestar. La contestación debe tener varias características:
    • establecer límites;
    • no ser agresiva;
    • contestar a la información que me pide
¿Cómo hago esto? el meollo de su frase está en "pasas de mi ampliamente" ¿paso de ella ampliamente? pues el hecho es que nada me gustaría más, pero no soy capaz de hacerlo. De hecho si lo hiciera no estaría escribiendo este post para evitar interiorizarlo y seguir generando veneno. Pero es mi derecho pasar de ella ampliamente, si así lo considero oportuno y saludable para mi equilibrio emocional. Entonces el mensaje debe de contener algo así como - "no paso de tí ampliamente pero si lo hago es mi decisión, lo haré y estará bien hecho".

El siguiente punto sería hacerle notar lo injusto de su comentario, pero sin demasiada explicación, ¿algo así como "obviamente es más importante para mí descansar para recuperarme que estar pendiente del messenger"?

Y por último, tratar de sellar una paz tras haber dejado claro mis condiciones "hoy ya estoy mejor"
"¿y tú, cómo estás?"

¿Sería esta la mejor opción? Y ¿cómo lo articulo?

"Pues no paso de tí ampliamente, pero si lo hiciera sería mi derecho, claro. Obviamente para mí es más importante descansar para recuperarme que estar pendiente del messenger"
"Pero hoy ya estoy mejor, gracias por tu preocupación"
"¿Y tú, cómo estás?"

¿Algo así? Me gustaría al menos contar con el apoyo de alguien especializado que me ayudara a lidiar con estas situaciones de la mejor manera posible.

Creo que por una parte es bueno articular el límite, tanto para ella como para mí. ¿Por qué? Pues porque, al menos para mí, me he dado cuenta de que la situación funciona, sino lo hago, de tal manera que termino interiorizando sus reproches. Es mejor para mí verbalizar con tranquilidad y serenidad un límite que funcionará para las dos; pero casi más para mí: debo entender que NO TIENE DERECHO y que NO DEBO.

Y no debo odiarla por ser quién no puede ser. Esa es mi tarea.

lunes, 14 de julio de 2014

Dolor negro, dolor rojo

No sé de dónde sale el dolor, ni esta angustia que no me deja casi respirar. No sé de dónde salen las lágrimas, porque pensé por enésima, vez que se habían acabado. Todavía quedan. Y todavía queda dolor.

¿No te había ya domado? ¿no sabía de dónde y porqué salías? ¿qué haces aquí otra vez? ¿porque me atosigas y me cercas? ¿qué puedo hacer contigo, dolor?

La enseñanza es esta: si compartes con quien no comparte, no podrá compartir. Por pura incapacidad. La reducción o solución de una situación de esta problemática acotado a "habla con ella y dile lo que sientes" me hace sentir ....... dolor profundo, dolor sangrante, dolor infinito. Dolor de muerte, de oscuridad y de frío. Dolor negro, rojo en su intensidad. Dolor que mata, dolor que apaga. Dolor que duele de una manera brutal.

Dolor del saber que al otro le duele, y que por evitar mi dolor causo dolor. Es un bucle infinito de dolor en el que me veo atrapada y no encuentro más solución.


domingo, 13 de julio de 2014

El dolor de la soledad

La vida es un camino solitario en el que el máximo lujo es recorrerlo acompañado.

Yo sé que me toca, que es mi tarea, que no puedo traspasarla. Que la ayuda que deseo desde mi fuero más interno nunca llegará. Es que en realidad lo que deseo no es ayuda. Deseo a alguien que venga a resolverme el problema, porque yo no soy capaz. Deseo que alguien la saque de mi vida, y pueda finalmente vivir en paz.

Es gigante, me sobrepasa. Es la inmensidad del cielo gris sobre mi cabeza. Es la noche, densa y oscura. Es el frío hiriente, afilado, puntiagudo; son agujas de hielo que me penetran y me rompen. Pero David pudo contra Goliat ¿o no?

Hoy el dolor no duele tanto. Pero duele saber que el dolor me ha robado un poco más de mí, para transformarme de nuevo. Me quita, me hurta, me despoja.... y cada vez renazco en algo diferente. Quizás un día resurja como un despojo, cuando ya no quede nada más de lo que despojarme.

Pero es cierto también que el dolor me ha dado sabiduría y madurez, aunque me haya arrebatado alegría, frescura y luminosidad. ¿Quién dijo que la vida era perfecta?

Hoy el dolor se ha marchado, al menos por un rato. Hoy veo la vida no desde el agujero del que me veo incapaz de salir. No tengo ni idea de cómo afrontarlo, de cómo encararlo, de cómo resolverlo. No sé de que manera voy a preservar mis derechos sin herirla a ella, porque herirla me hace daño. No veo salida. Pero el dolor que me destruye es dolor que me inmuniza. Quizás cada día sea un poco más inmune a su dolor. Y al de cualquiera, y al mío propio. Quizás la única manera para sobrevivir en este mundo es anestesiarse ante el dolor, la desgracia y la miseria. La misma desgracia y miseria que solían hacerme sangrar el alma y derramar lágrimas de hiel. Ya no me impactan tanto las imágenes atroces que estos días circulan por la red. Ya no me rompen en dos las historias de tanta gente desgraciada con tragedias a la espalda. Ya ni siquiera imágenes feroces de animales que saltan ante los ojos sin previo aviso y que antes me hubieran provocado el vómito del cuerpo y del alma, parecen tener un efecto sobre mí.

El dolor me inmuniza. El dolor me hace perder humanidad. La sensibilidad se anestesia ante la necesidad de supervivencia. Imagino que es un mecanismo natural. Nada de lo que me pasa lo escojo. Mi cuerpo, mi mente, mi alma lo hacen todo por mí. ¡Oh! ¡no estoy sola! ME tengo.

Y si David pudo vencer a Goliat, y si yo me tengo sin saberlo ni ser consciente, quizás pueda poco a poco ir encontrando una salida. Hasta aquí lo único que he hecho es huir. A partir de aquí tengo que aprender a enfrentar. Y a enfrentar de una manera no destructiva.

Es mi reto. Y en este camino estoy tan sola, que sólo me tengo a mí. 

sábado, 12 de julio de 2014

Hoy

El maltrato tiene los mismo mecanismos, sea del tipo que sea. Gracias a dios, ahora está de moda el de género. No importa, al menos alguien presta atención a esto.

¿Quién va a prestar atención a un adulto que se dice psicológicamente maltratado por su anciana madre? ¡qué absurdo, por dios!

No sé si podría empezar por el principio, porque el principio se remonta a mi infancia (sobre lo que ya he escrito en los dos posts anteriores)

No la quiero ver, esa es la realidad. Estar a su lado me provoca constante dolor. El daño que me hace me penetra el alma, me la parte en dos. Sus continuos comentarios hirientes, sus puyas, sus comparaciones veladas, sus eternos intentos de manipulación.... ¿que porqué me hacen daño? No tengo ni idea. O sí. Pero ciñámonos primero a los hechos.

Me hace daño estar con ella. Escucharla, leerla. Siempre tiene el comentario "adecuado". Es tan infeliz porque no se sabe querer y por lo tanto no sabe querer. Su manera de querer es atacando. Es tan inmadura y tiene vacíos tan grandes que sus exigencias a los de su alrededor para que los llenen son constantes, permanentes y nunca suficientes. Todo el mundo, fuera de nosotros, es tan maravilloso. Todas las hijas del mundo son tan estupendas y hacen tan felices a sus madres. Menos yo, claro. Que para hacerla feliz tendría que atacar a mi padre, como ella soñaría. Tendría que contarle mi vida por segundos, para que ella pudiera opinar y manejarla a su antojo. Tendría que tomar decisiones en función de sus necesidades en lugar de mi felicidad. Como no lo hago, soy lo peor. Es más, como evito verla, leerla y escucharla todavía más entonces sólo soy carroña y la causa de toda su infelicidad. No cedo pero nadie puede comprender lo mal que me siento al no ceder.

Me siento en un callejón sin salida: hacer lo que ella me pide es tener trato con ella y estar escuchando continuamente sus incesantes quejas y lamentos sobre lo miserable que es su vida. Toda causa de su miseria (según ella) es mi padre, y por eso debe ser castigado. Y por eso yo debo escuchar a cada instante lo malo y miserable que es y atacarlo por ello. Insultarlo sin piedad y negarle mi cariño. Así como a cualquier persona que ella delezne. Por su puesto, incluída toda la familia de mi padre. Sin embargo, su "maravillosa" familia (que a mi me ha hecho tanto daño) debe ser loada y alabada a cada instante. Yo debo de ponerme de felpudo para que se puedan limpiar los pies en mi y hacerles la reverencia. Cada vez que ella los nombre, debo de ponerme firme en señal de la honra que merecen. Pero esto no es suficiente, no. Compartir tiempo con ella, además de todo esto, significa estar escuchando de continuo loas a los hijos de los demás, por lo buenos y honrosos que son con sus padres, lo frecuentemente que los visitan y lo mucho que los incluyen en sus vidas.

No le interesan otras cosas. No puede hablar de un buen libro, una buena película, el último concierto al que haya ido; porque no lee libros, no ve películas y no va a conciertos, o a ninguna otra cosa. Su vida se centra en envidiar a la de los demás. Y exigirme a mi, mediante torticeros mecanismos psicológicos, que la llene de ese modo. Pero para llenarla yo no solamente tengo que ser una reputada profesional de la que pueda presumir, una hermosa mujer que los demás puedan envidiar y admirar y hablar diferentes idiomas de los que ella pueda alardear. Además tengo que ser una amantísima hija que esté pendiente en todo momento de sus caprichos, para que pueda restregarles a los demás por las narices lo valiosa que es ella mediante la veneración que yo debiera profesarle. Y en cada uno de estos puntos (y más que ahora se me quedan por el camino) mi puntuación, con un máximo de 10, debe de ser de 11. Todo lo demás no sirve, es un fracaso y yo una decepción. Vamos, que durante toda mi vida he sido una decepción constante, y así me lo ha hecho sentir a cada instante.

Dado que pasar cualquier tiempo a su lado, o mantener cualquier tipo de comunicación con ella a mí me sigue lastimando, trato de mantenerme lo más alejada que puedo. Por este hecho, el de tratar de protegerme, debo de ser castigada. Ella carga con todo lo que tiene. Y consigue castigarme con una maestría admirable. Tanto, que durante días infinitos me duele el corazón y no logro sacármela de la cabeza. Tanto que pienso que para vivir así merece la pena no vivir. Porque tengo dos opciones: protegerme o ceder. Ceder significaría la muerte para mí. Pero el precio que tengo que pagar por protegerme, también.

Me hace sentir tan mal que el hecho de no verla le cause tanta infelicidad, que el dolor que siento en el pecho es físico. Que ella lo ocupa todo en mi alma y en mi cabeza. Y el hecho de que mantenerme alejada de ella signifique tener tan poco trato con mi padre, más.

A eso súmense los problemas del día a día y esas rachas en la vida que son más oscuras o problemáticas (como la actual). El sentimiento es de "por favor, dios mío, llévame de aquí, porque yo no sé manejar esto. Ya no puedo más. He luchado demasiado a lo largo de mi vida y no tengo fuerzas ni para un ápice más".

¿Cómo voy a salir de esto? No tengo ni la más remota idea.....